Depresión y problemas del estado de ánimo

En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”

Khalil Gibran.

 Cuando tenemos el ánimo bajo o cuando nos sentimos tristes y tenemos ganas de llorar, solemos decir que estamos deprimidos/as. Sin embargo, la tristeza es sólo un síntoma de un trastorno complejo, doloroso y difícil de comprender cuando no se ha experimentado: La depresión.

La depresión es un alteración emocional que compromete seriamente el bienestar de la persona a todos los niveles (psíquico, fisiológico – emocional y comportamental), caracterizada fundamentalmente por un estado general de desmotivación, apatía y desgana, que hace perder la capacidad de disfrutar de las cosas que antes le gustaban, y lleva al abandono de actividades y rutinas, placenteras y obligadas.

Junto al desánimo generalizado, la depresión puede vivirse con un sentimiento intenso de tristeza, melancolía o abatimiento; pero también cabe la posibilidad de que el afecto predominante no sea la tristeza, sino la irritabilidad. Cuando la alteración es muy profunda, la persona puede alcanzar un estado tal de apatía e indiferencia que se confiese incapaz de sentir nada, o que el simple hecho de levantarse por la mañana, o de tomar decisiones sencillas, se convierta en una empresa imposible.

Estos síntomas nucleares suelen ir acompañados de un profundo sentimiento de pérdida, de soledad, de no valer nada, ni importarle verdaderamente a nadie; frecuentemente se pierde la esperanza de recuperación o de que el futuro traiga algo mejor, el interés por los demás, el deseo sexual, el apetito, el sueño, las ganas de vivir.

A las dificultades mencionadas, se une la incomprensión del entorno social y familiar y de la propia persona afectada, que se culpa por estar deprimida, olvidando que esto no depende de su voluntad. La depresión produce un notable deterioro a nivel personal, laboral y de relación; el retraimiento y asilamiento consecuentes contribuyen a que el problema se profundice y perpetúe.

Los trastornos depresivos presentan una sintomatología, evolución y gravedad muy variadas y se complican fácilmente con otras alteraciones. Por tanto, la depresión no es vivida igual por todas las personas, pero siempre produce un gran sufrimiento a quien la padece.

La ayuda psicológica en la depresión es imprescindible. Aunque el tratamiento farmacológico es muchas veces necesario para reequilibrar el desajuste que se produce a nivel bioquímico, si no se trabajan las circunstancias que en cada caso han llevado a desarrollar el trastorno, la recuperación, la consolidación de las mejorías y la prevención de recaídas se van a ver seriamente comprometidas.

En el proceso de intervención psicoterapéutica no podemos olvidar a quienes conviven con la persona afectada. Este es un problema muy difícil de comprender y de manejar para la familia que, sin duda, necesitará de asesoramiento y apoyo para abordarlo adecuadamente.

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